lunes, 20 de febrero de 2017

Los interpelo


A vos te digo, sí a vos. No te lloro más, escuchame bien NUNCA MÁS! Me cansé de buscar no se que mierda. De creer en algo que se parezca al amor. No te insisto más, no te molesto más. Ya entendí que no me querés, no me querés, no me querés. Entendí también que no se trata de que estamos en momentos diferentes, se trata de que vos sos un forro cagón y yo no. Tampoco se trata de que fue porque cogimos la primea vez que nos vimos, se trata de que vos no estás interesado en mí. Menos se trata de que tenés preocupaciones en la cabeza por los finales y por eso no me querés coger, se trata de que la primera vez que me viste estábamos en invierno y estaba mas tapada y que ahora es verano no te gusté, me viste y no te gusté. Menos se trata de que te presiono para que seamos algo, vos sos un inseguro de mierda pitocorto. Tampoco consiste en que soy histérica porque no cogemos, consiste en que a veces quiero charlar. Porque ya lo sé: a vos, a vos y a vos les chupe un reverendo huevo. Ninguno de ustedes derramó una re puta lagrima por mí cuando yo los lloré duchas enteras. Son unos soretes. Vos que me mandaste a mi casa después de garcharmos, vos que no me escribiste más aunque te lo pedí, y vos, MIRAME QUE TE ESTOY HABLANDO, me escribiste que estabas lejos, que no me querías lastimar, que no querias que mas adelante fuera peor y toda una sarta de boludeces para no hablarme más. Los detesto. A vos por conocerte cuatro meses, a vos por verte una segunda vez cuando la primera ya habías sido un forro, a vos por cogerte aunque no quisiera, a vos por tener que mendigar amor y a vos por cagarte en mi amistad. Vayanse todos a la mierda.

PUENTE

Hablemos del misterio que yace en los puentes, Mariano. Rectos, medialunas, inclinados, movibles, inseguros, hechos de soga, madera o hierro, da igual. Todos igualmente misteriosos. Por qué? por lo que pasa debajo de ellos, por lo que hay al final, por lo que uno es antes de cruzarlos. Transitarlos siempre me llenó de vértigo, se que no es un camino más, es el único, el recomendable, el seguro. Aquellos puentes cruzando un pueblo a otro, el río abajo, los grandes barrotes de hierro a los costados y otro auto esperando al final. Porque tampoco hay tanto espacio. Los puentes se transitan casi de manera solitaria. Una tarde de mates, una amiga me dijo: sabés cuál es mi problema? -que soy puente. Soy el medio por el cual los hombres, mis hombres, conocen al amor de sus vidas. Algo así como un verbo copulativo. Ajá dije yo y me quedé pensando. Yo también me he sentido muchas veces así, que el amor no iba a llegarme porque yo simplemente era la seguridad que les proporcionaba a ellos de que había algo mejor. Ví una gran película española hace un tiempo y el chabón decía que el motivo por el que somos dejados es porque él o ella creen que pueden encontrar algo mejor. En cierta medida entonces los dejados somos puente, no somos principio porque ellos ya cargan con un gran amor y tampoco fin porque es lo que quieren encontrar. Estamos en el medio porque somos el medio In media. Pero estos desgraciados son otra clase de puentes, no son para siempre, eligen ser puentes. Hay otros que portan la habilidad innata. Ahora bien, ¿esos puentes pueden convertirse en principio o final? jamás. Tiene la dicha o la desgracia de pasarse la vida recolectando historias de amor, nunca consumadas, conformándose con que el otro es feliz. Sin poder moverse, sin poder cambiar. Pero también somos los responsables del vértigo, de las pasiones que siente el transeúnte cuando camina, nos camina. Sentimiento que jamás el proporcionará el fin. Herramienta fundamental para la experiencia amorosa final del susodicho.

Menos kilos no te aseguran nada

El año que cumplí 22 abriles cogí por primera vez con Daniel, un amigo. Él sabía todo por lo que no me sentí insegura pero después tampoco lo pude sostener. Al mes me cambió por otra y se juntó. Decidí adelgazar, perdí 26 kilos e intento no subirlos. Aquí estamos. 2017. Tengo 24 años por tres meses más. Mi vida estaba planeada de otra manera en algunas cuestiones. No estoy recibida, no tengo trabajo, no tengo hijos y jamás tuve un novio. Lo que más me pesa es no tener novio, no voy a decir que la idea de no estar recibida me tranquilice pero no es mi mayor preocupación. Tener menos grasa te posibilita, entre muchas cosas, el cortejo. Fueron fiascos atómicos todos pero por lo menos me vieron. Porque hasta este presente ellos simplemente no me veían. Pensé también que menos grasa traía el amor pero se ve que tampoco por ahí va la cosa. Ví a 6 chicos en un año. Solo con uno no cogí pero da igual, tampoco me habló más. De los seis, el primero fue Tadeo, 22 años, ojos medianos, nariz repingada, boca sensual y dientes perfectos, alto, altísimo, directamente proporcional a la inseguridad que manejaba. Mis amigas lo llamaban "Edipo rey" porque seguía durmiendo con la madre. Habían dos factores tajantes por los cuales era así: el primero es social, es decir, no tenía plata. El segundo personal: tenía el pito chico. Duró poco pero funcionó de puente para mi liberación sexual. Daniel hasta ese momento había sido mi único hombre y después de un año y medio era necesario vivir otra experiencia. Recuerdo a Tadeo con cariño por eso, además, era bueno. Le pagaba el taxi para que me visitase a cambio de caminar por la calle de la mano. Duramos 2 meses y se acabó (la relación), me olvidé de aclarar que su inseguridad también imposibilitaba que acabara de otras maneras. El segundo muchacho fue Maximiliano, 22 años, más bajo que Ema, lindo, callado y bastante pelotudo. Con Maxi estuve cuando salía con Tadeo. Lo conocí en un colectivo viajando a Mendoza. Cuando me dijo que era de Alvear, listo, supe que le iba a dar bola. Daniel también es oriundo de allá. Quiero ampliar el término "iba a dar bola". No fue tan así, en el viaje practicamente me tiré encima y no activó. Después de un tiempo, ya en Santa, lo busqué por face y le escribí. Nos vimos ese día, me recibió con medias y ojotas. No hay nada más que agregar, o quizás sí, después de coger me mandó a mi casa en bici a las 4 a.m. No debería haberlo visto más pero lo visité una segunda vez y no quiso coger porque tenía muchos problemas que los describió así: rindo un final en dos semanas. OK. Lo eliminé e intenté recobrar un poco de integridad. El tercero fue un chico del que no me acuerdo el nombre, ni la edad. No estaba borracha, lo que es peor. Lo ví una tarde de viernes, me quería coger a toda costa, lo único que hice fue hacerle un pete y me fui. Claramente no lo ví más. El cuarto fue Santi, 28 años, bajo, barbudo y panzón. Lo ví tres veces. Una tarde, y dos noches. La última vez que lo ví me trató de histérica y aún así me lo cogí. Mis amigas decían que le cambiaba sexo por los viajes en el auto hasta mis juntadas sociales. No lo sé, puede ser que me haya castigado de esa manera. El sexto fue o es Cristian, 30 años, altura media, espalda grande, panzón también, bastante gracioso. Lo ví tres veces, una en diciembre y dos en enero. Me habla de las ex y no puede escuchar a los demás, ni siquiera puedo calificarlo de autoreferencial porque las demás anécdotas no lo hacen acordar a él porque ÉL es la anécdota. El séptimo, Sergio, 27 años, altura media, buen besador y uno de mis mejores amigos por más de 10 años. Contra todo pronóstico nos seguimos queriendo como antes. Fue un desliz y, además, incappaces de tirar por la borda tantos años. El octavo fue el amor de mi año, Santino. 26 años, bajito, cabeza media grande, ortiba, inteligente y recibido. Vive en Córdoba y nunca lo ví, no en los 80 días en los que se desarrolló nuestro diálogo. Lo ví cuatro veces desde el 2012. En el casamiento de la prima y sus cumpleaños, nunca hablamos, solo lo hicimos cuando no lo ví más. No prosperó, estaba lejos y dijo algo así como: no quiero que te crees ilusiones, no te quiero lastimar, no quiero que más adelante sea peor. Me rompió el corazón porque los demás no implicaron mi intelecto, este sí. Aún así descubrí que el amor tampoco podía ser atraído por mi intelecto. Nunca me vieron y cuando lo hicieron no supe que hacer. Muchos años sin mirarme en un espejo, sin quererme, siempre trabajé en mi caracter porque me parecía más dificl adelgazar. Lo hice y cuando me enfrenté al mundo me devoró. Me sometí sola a situaciones de hummillación porque no me valoraba. Ahora entiendo muchas cosas pero aún así, sigo repitiendo acctitudes. A casi todos les dí mi cuerpo a cambio de nada, o sí, de malestar. No lo supe manejar como tampoco puedo manejar los gritos en la calle. Podía aguantar los insultos por ser gorda pero no las ganas de cogerme o llevarme en un auto. Elegí lo mismo, callarme pero me da bronca mucha bronca. Antes cuando me insultaban no me producía nada, creo que me sentía tranquila en que no me iban a poner en ninguna situación incómoda. A las gordas no se las quieren coger, solo las quieren insultar.

domingo, 18 de enero de 2015

Soy lo que soy...

Nunca hasta hoy se me había ocurrido bajar de peso. Creo que esperaba que el estándar de belleza cambiara y me convirtiera así, en una bomba sexual, pero no estaría sucediendo. Me llamo Tatiana Tamara, sí, nombre ruso, aunque mis ancestros son más bien indios ranqueles. Soy morocha, bajita, ojos grandes, boca grande, nariz pequeña. Fui gorda siempre, a veces, un poco más, otras, un poco menos. Mi familia también es gorda. Hay algo típico de la gente con sobrepeso y es la crítica constante a las demás personas, y con más razón si son gordas. Es curioso que un gordo discrimine con más odio a otro. Hasta hace poco tiempo no me atrevía a usar insultos que incluyeran el exceso de peso que llevaba la persona. Pero fue una lucha absurda porque terminé cayendo en la bola de la discriminación, ¿qué bien usado el adjetivo bola, no? Volvamos al hecho de mi decisión de bajar de peso. Se debe a una frase qué leí de una anoréxica en No recuperación (sí, el ABC de los gordos es ver la anorexia y bulimia como una posible solución). La frase decía lo siguiente: “¿Nunca les pasó estar con alguien muy hermoso? Ver a esa persona, escucharla hablar, seguir cada uno de sus fascinantes gestos, admirar su belleza… y más tarde mirarse en el espejo y darse cuenta de que uno es horrible y que estuvo creyéndose bello simplemente porque estaba mirando a alguien lindo que resultó no ser uno”. Y ahí como una monedita que cae en mi cabeza cerdita dije: ¿por qué sorete nadie me avisó que me estuve creyendo hermosa todos estos años sólo porque me rodeaba de gente linda? Y no me vengan con el sermón social apaciguador de culpas “lo importante es ser lindo por dentro”, porque NO. Todo entra primero por los ojos y si tenés sobrepeso no entrás en ningún lado, ni en ropas, puertas, sillas y mucho menos ojos. Lo curioso es que esta decisión de bajar de peso me ha hecho comer mucho más de lo que como normalmente, incluso ahora, hablando de este tema, quiero comer. Y es difícil enfrentarte a esta situación porque la negación que tenés de vos misma es tan grande que siempre cuando soñás con algo lindo y estás participando de ese sueño, no sos vos, es otra persona, con 30kg menos que vos. Entonces digo, ¿cuándo será el día que mi realidad coincida con mi sueño? Y no lo sé y discúlpenme si me leen para buscar respuestas porque realmente aunque quisiera no las tengo. O puede que sí, volverme bulímica o anoréxica. Aunque creo que estos métodos definen la calidad de persona. La bulímica toma una actitud más facilista de la vida, tipo “me como todo, total después puedo vomitar”, me las imagino como esas personas que se mandan todas las cagadas y no se preocupan porque pueden pedir perdón después. En cambio, la anoréxica es más comprometida, tiene más control mental. Ve los carbohidratos y resiste, va, lee un libro, camina, come hielo etc. Pero de éstas heroínas, Ana y Mía, no podría ser ninguna de las dos, ni siquiera las dos juntas (porque eso denotaría un mayor desequilibrio mental, no se puede ser comprometida-descomprometida, ¿entendés?). Conclusión: no sé qué hacer, quizás me vaya a dormir y a soñar con levantarme con 20kg menos. Na, mejor me voy a comer pan con manteca, así puedo pensar mejor.